Querido
N,
continúo
en Inglaterra disfrazada de algún tipo de alucinación temporal. A
veces creo reconocerme al girar alguna esquina y me escondo con el
corazón a punto de estallar por si acaso colapsa el mundo en medio
de un encuentro imposible conmigo misma. Me persigo en silencio.
Todas las cosas que me callo cuando estas cerca, como proyectiles
desgastados, inservibles, como la piedra con la que le abrí la
cabeza a aquel hombre que me esperaba en la puerta de mi casa cuando
era pequeña y me decía que me quedara callada. Hay terrores que nos
mantienen alerta siempre, que nos mantienen huyendo siempre. Hay
terrores con los que aprendemos a defendernos. No bajar nunca la
guardia. No quedarse demasiado tiempo en el mismo sitio para que no
me encuentren aunque nadie me esté buscando. Ojalá nunca me
recuerdes a nadie que me obligue a guardar silencio.
Tener
miedo de pedirte que vengas conmigo, a donde sea, lejos, siempre, por
si acaso tú también me dices que no.
Continuo
en Inglaterra buscando canciones que no me recuerden a ti. Es inútil.
Inútil como pretender no encontrarme conmigo misma en las esquinas
húmedas de Hastings. You’re my Waterloo, cantan The Libertines.
Somos supervivientes de más de una vida. Time for heroes. El chico
más elegante en medio de los disturbios.
Espero
a los normandos desde hace vidas, en las costas de Hasting, en medio
de castillos en ruinas. Espero la derrota de mil batallas con finales
escritos. Escupir a la cara de cualquiera que me obligue a guardar
silencio. Dejar de esquivarme a mi misma por las calles de pueblos
ingleses. Apretar el botón, saltar por los aires, despertar por fin,
caminar hacia el lugar seguro donde decidiremos empezar la aventura
más extraordinaria jamás contada. Dime que te vienes. Dime que nos
vamos.
Me
detuve en una pequeña joyería, sucia y polvorienta. Alexander me
invitó a te y galletas mientras me enseñaba collares y piedras
preciosas. Yo le sonreí y le expliqué que no tenía dinero para
comprar ninguna de aquellas joyas. Hablamos de la reina Victoria, de
trenes antiguos, del frío de las playas inglesas. Le dije que me
recordaba a otro joyero que conocí en Damasco antes de la guerra y
que siempre me decía que la vida nos esquivaba y por eso buscábamos
la muerte. Alexander me sonrío y me sirvió más té. El té es el
hilo que me muestra la salida de todos los laberintos entre
Inglaterra y Damasco. Todos las veces que alguien me sirvió té, en
un pueblo inglés o en un pueblo libanés, todas las veces me estaban
ayudando a esquivar las balas y yo no lo sabía.
Joyería en Hastings, East Sussex. |
Alexander
me regaló un colgante antiguo con una piedra pequeña y azul y me
metió galletas en el bolso para el viaje de vuelta. Por la noche
regresé a Eastbourne y lancé el colgante al mar desde el Pier.
Hacía frío. Me comí las galletas camino de mi hotel.
En
los miedos más profundos y antiguos siempre hace frío. Sigo dando
vueltas por calles inglesas esquivando canciones que me recuerdan a
ti.