domingo, 12 de abril de 2020

LA LIBERTAD DE LOS CORAZONES ROTOS


Decía el poeta inglés John Donne que todos los corazones son corazones rotos. Porque el amor no cabe en ningún sitio, desborda incontenible cualquier posibilidad de ser encerrado. Decía también que los corazones no se rompen en el desengaño o el adiós sino mucho antes, en lo más alto y perfecto de la emoción. Cuando todo desborda y todo se rompe. 

Quizás sea por ello que no hay nada que arreglar y solo nos quede aprender a convivir con las grietas, convertirlas en ventanas, en puertas abiertas, en espacios aéreos donde salir a respirar. Bosques, selvas, amazónicos corazones agrietados reclamando su propia leyenda, playas heladas abriéndose camino más allá de toda lógica. Y recordar entonces que si no somos libres no somos. 

Que solo la libertad nos conduce al centro mismo de la emoción que nos desborda y nos rompe. Que rotos así, por fin, nos convertimos en polvo de estrellas y sangre, en partículas perfectas unidas siempre por los lazos de la libertad. La única frontera que acepto. Mi único regalo para ti ahora que te echo tanto de menos. Solo que volvieras a explicarme tus historias insensatas justificaría las grietas de esta cárcel.

Es conveniente entonces elaborar la lista de los momentos felices, los momentos cortina que disimulan una grieta, los momentos manta que nos cobijan cuando el frío se cuela y parece ganar la desilusión o la tristeza. No parece que haya nada en la lista de los momentos felices capaz de esquivar la nostalgia, la añoranza. Esa manera evidente e inevitable de echar de menos en medio de la nada.

A veces un corazón en pleno ataque de nostalgia, que repasa los momentos felices que lo desbordaron, que te recuerda impaciente siempre a mi lado, siempre conmigo, se parece a un espejo roto que refleja el mundo inverso donde seguimos juntos, ajenos a cualquier intento de separarnos o de hacernos prisioneros.

Y sin embargo aquí están, los repaso, los recuerdo, los momentos felices que fuimos antes de rompernos. La historia inacabada de una grieta en el tiempo. Unir los puntos que forman todos nuestros momentos felices para ver si el dibujo tiene sentido. Si algo tiene sentido. Si el alma inquieta descubre cómo escapar de todos los sinsentidos. 

La certeza insomne de que todo fue real, de que exististe. Que existimos, un día. Que todo lo rompí.

A pesar de todos los poetas ingleses, a pesar de todo, solo tú sigues teniendo sentido.

miércoles, 1 de abril de 2020

IKTSUARPOK


Iktsuarpok, algún lugar entre la impaciencia y la anticipación, según los inuit, el sentimiento que te hace esperar que alguien vuelva a aparecer cruzando una colina o una esquina inesperada.

Intento poner un poco de orden en cada habitación como si así se pudieran enderezar de alguna manera mis laberintos interiores. La mente, el corazón, las líneas de un destino nunca escrito recortadas en las palmas de mis manos, los rincones de las vísceras donde intenté esconderte sin éxito, la punta de los dedos queriendo dibujarte por si acaso un día se me olvida quién fuiste. Quién sabe qué forma tomará la memoria cuando todo esté ordenado. Quién serás entonces...

Encuentro papeles escritos, tu letra, tus palabras, el laberinto de nuevo desordenado. Cada palabra un espejo y el reflejo inverso de una primavera que no nos merecemos. Jamás hubiera imaginado una primavera en la que no estuvieras, sin que me llenaras el corazón de extrañas alegrías incomprensibles. A veces me gustaría volver a ser incomprensibles, a cuando el hoy era un no-sitio, no-tiempo, una eternidad pequeña sin más sentido que existir para siempre en una primavera que dejamos de merecer cuando nos rendimos.

Ordeno habitaciones y al mismo tiempo se desordenan tus recuerdos. Todos nuestros posibles finales golpean las ventanas de mi casa como moscas sucias rebuscando en los restos de una tristeza confinada. Todo está sucio y roto, en cualquier final que elijas. 

No quiero ordenarte. Prefiero tropezar con los restos de tu naufragio cada vez que me pierda en la oscuridad.

Salir a encontrarte, atravesar el fuego como siempre lo hice. Como siempre lo haría.

Que suenen las canciones de todos los bailes que nunca me concediste, que pueda recordarte siempre en todos los idiomas, en todas las palabras de nieves, de mar, de aurora, de selva, de templo antiguo. 

Que todas las palabras extrañas formen un sortilegio imposible, el caos perfecto de constelaciones inventadas enseñándote a volver de donde estés.

Y ojalá estuvieras para salvarme de todos los miedos.

Y ojalá estés a salvo dentro de tu olvido. 
Y ojalá nada te duela.
Y ojalá nada te rompa.
Y ojalá siempre.
Y ojalá todavía.