sábado, 17 de noviembre de 2018

QUERIDO M.


Querido M.

Los resortes de la memoria son extraños. Recuerdo tu pelo, tus gafas, tus dedos manchados de tinta, la mirada siempre atenta, casi siempre sorprendido por cualquier cosa que te explicara, tu letra en mis apuntes de clase, el miedo que me daba verte serio cuando te necesitaba, la primera vez que te vi realmente enfadado, injustamente enfadado. Me sigue pareciendo una injusticia mil años después. Era jueves por la tarde y llevabas una bufanda azul. Recuerdo tus macarrones con tomate, el café con leche y galletas para pasarme la noche despierta, estudiando, escuchando tus canciones, imaginando los viajes que nunca haríamos.

Siempre recuerdo tu voz, sobre todo. El eco de las palabras flotando a mi alrededor, formando la red que todavía me salva cada vez que el abismo me reclama. La vida ha sido revolución desde entonces, desde siempre, desde el momento en que entendimos que para siempre era mucho tiempo, que pasara lo que pasara jamás dejaríamos de ser revolución y lucha. Todas nuestras batallas, también las que perdimos, vuelven a veces en formas extrañas como los mecanismos que activan los recuerdos. Tus botas marrones, tu maleta llena de apuntes y de libros, el collar de la suerte para los exámenes que me sigue haciendo falta de vez en cuando. Sigo recordando tu cumpleaños cada vez que llega el invierno.

A veces éramos torpes, un desastre, para qué negarlo. Me desconcertaba como pasabas del entusiasmo a la exigencia, sin darme tiempo a respirar. Como de repente todo era serio y un poco absurdo. Casi nunca entendía el misterio de tus silencios. El vértigo desordenado de tu ausencia incomprensible. Atravesarlo todo, romperlo todo, enloquecerlo todo, gritarlo todo. Lo rompimos todo. Esta historia en prosa estaría llena de borracheras adolescentes, de debates de madrugada, de huidas en dirección a ningún sitio, de canciones con estribillos que me recordaban que había estado pensando en ti sin darme cuenta. Esta historia en prosa no tendría ningún sentido. 

Querido M. Nuestro caos fue un oasis en el centro de una vida extraña donde todo debía tener una explicación. Fue maravilloso que fueras inexplicable, que el objetivo fuera vivir, que el objetivo fuera maldecir el tiempo y su peso inaguantable, que quemáramos todos los puentes en la huida, que no tuvieramos ningún refugio al que regresar.

Fue extraordinario que hicieras nido en todos los árboles de mis sueños. Que fueras mi brújula cuando la única alternativa era perderse. Que fueras el tesoro en el centro de mi mapa. Revolución hasta el final. Siempre lo supimos. Nunca conformarnos. Querido M.

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