Eres mi Damasco, mi
miedo disfrazado de excusa, la ciudad que dibujaba en las paredes de
mi habitación mucho antes de que aparecieras y te convirtieras en el
desorden loco en el que pierdo la decencia.
Eres mi Damasco, mi
ciudad en guerra, el lugar imposible donde no debo entrar, donde
todos me dicen que no puedo entrar, la frontera cerrada, las ganas de
romper todas las puertas a patadas, eres mi Damasco, en la distancia
prudente, en el silencio maldito, en el tren imposible que unía
Damasco y Beirut, buscando una salida al mar. Siempre el mar
recordándome el peligro, la ciudad bombardeada, tú, mi paz y mi
guerra. Todos mis silencios.
Me gustaría
llevarte de viaje en un tren imposible, que todo lo que hiciéramos
fuera imposible, cambiarle el nombre a todas las ciudades en todos
los mapas mal dibujados para que nadie nos encontrara. Que todo fuera
nuevo y extraño. Que fueras siempre Damasco iluminado antes de la
guerra que me declaro a mi misma.
He ganado todas las
batallas desde mucho antes de que fueras ni siquiera un eco
improbable invadiendo mi vida ordenada. Fui valiente hasta que te
convertiste en todas las ciudades que alguna vez he amado, que
hubiera querido enseñarte, que no conocerás jamás como yo las
conocí.
De repente tu nombre
desordena mis mapas. De repente se pierden las certezas tras mis
muros. Se pierden las palabras fugitivas que nunca podré decirte.
Como una bomba escondida en las puertas de la ciudad donde no debo
entrar. Donde todos me dicen que no debo entrar. Mantener la puerta
cerrada para que no salte todo por los aires. Inocencia de siglos.
¿Cuándo te convertiste en lo que eres?
Te alejas convertido
en ciudad bombardeada.
¿Dónde se perdió
el amor inexplicable de los valientes?
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