jueves, 13 de diciembre de 2018

REIRNOS DE TODO


Tenemos la edad que teníamos la última vez que nos vimos.

Nos reíamos de todo con la misma facilidad con la que esquivábamos a los enémigos de lo absurdo. Aprendí a amar lo absurdo el día en que decidí confesarte que te quería y como respuesta recibí la bronca más grande que he recibido nunca. Porque era absurdo, ilógico, irresponsable y perfectamente imposible.

Amo lo ilógico desde entonces, lo perfectamente imposible, el caos del que nacen las estrellas, todo lo que me desconcierta, todo lo que pone el mundo del revés. Jugué con el desconcierto y me reí de ti, como la gran insensata que era, me reí y me burlé y me arriesgué a que me expulsarás de la vida porque era mi última carta. Cobarde. Responsable, lógico, perfecto. Grandísimo cobarde. Hasta las lágrimas. Hasta que aceptaste que no me iba a ir sin mi respuesta. Absurda, ilógica, irresponsable.

Las noches eran eternas, los saltos al vacío inevitables. El vértigo, buscarte, no encontrar el camino y saltar igualmente. Las cicatrices en la memoria que me recuerdan todo lo que conseguimos cambiar. Todas las decisiones que tomamos hasta que decidí que me iba para siempre y me llamaste cobarde y me dejaste ir porque tenía que cambiar el mundo pero cobarde, absurda, te echaré de menos, te daré las gracias siempre, cuidaré de ti siempre.

Nuestro triunfo fue no traicionarnos nunca. Escupir a la cara de todos los que nunca creyeron que lo conseguiríamos. Romperlo todo y reirnos de ellos.

Tendremos siempre la edad que teníamos la última vez que nos vimos.
Seremos como todas las promesas que cumplimos sin dudar.


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