Todos
los viajes los hago contigo incluso si no vienes conmigo. Escucho tus mensajes de voz más antiguos siempre que el avión despega o aterriza como si solo tu voz pudiera guiarme a través de las nubes y los miedos. Me duermo en un recuerdo feliz, lejano.
Juego
a perderme en las calles de todas las ciudades que me hubiera gustado
enseñarte antes de que empezaras a odiarme. Todo fue siempre
cuestión de tiempo, cuestión de espacio, cuestión de caos, de
lazos rotos, de estrellas lejanas, de no explicarte toda la verdad y
seguir jugando a perderme en las calles de las ciudades donde me
escapo.
Imagino
que te cuento historias aunque no vengas conmigo. El sol de Dublin,
tímido, no llega a consolarme. Me siento ante la estatua de Oscar
Wilde, provocador y rebelde, te explico un par de cosas de su vida,
que las flores amarillas del jardín son narcisos que anuncian una
falsa primavera. Te llevaría a Beirut porque hay un atardecer que
llevaba tu nombre desde antes de conocerte. Te llevaría a Essaouira
para que lucharas contra el viento y ganaras. Siempre ganas. París
desafinado. Londres siempre y todavía. El templo de Dendera, Hathor
tatuada en mi pierna y en mi alma. Acantilados escoceses. Selvas.
Desiertos. Auroras boreales. ¿Dónde querías que fuéramos? Sigo
imaginando que nos vamos.
Tengo
frío. Sigue sin importarte que tenga frío. No estás. No sé si
alguna vez has estado. Me gustaría que me explicaras historias de
ciudades inventadas, que imaginaras leyendas de piedras y castillos,
de vidas antiguas, que yo me las creyera porque me las cuentas tú.
Invéntate
un cuento que explique todo lo que no tiene respuesta.
Explícame
una historia con la que pueda dormirme y no tener pesadillas. Un
final en el que siempre ganemos.
A
cambio, te explicaré la verdad de todas mis huidas.
Todos
los viajes los hago contigo porque fuiste mi brújula antes de quemar
las naves.
La canción miente porque sí, porque te echaré de menos
en septiembre, cuando el verano muera y ya no te importen las
historias que te explico. Seguiré marcando ciudades en mi mapa,
caminos de baldosas amarillas, playas malditas, mi tesoro escondido
al final de todos los finales
Cuéntame
un cuento en el que me enseñes a trepar a los árboles, en el que
todo arda y se vean a lo lejos nuevos horizontes.
Y yo te
explicaré la verdad de todas mis huidas sin ti.
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