Escuchábamos
música a todas horas. Tus vinilos, mis cassettes. A veces preparabas
sopa mientras sonaba Billie Holiday en el comedor. La primera vez que
me hiciste escucharla me quede sentada en tu mecedora fea, debajo de
una manta, sintiéndome tan desgraciada que no tuviste más remedio
que salir a buscar pizza y galletas. Bailábamos todas las canciones
y me apretabas fuerte porque Billie Holiday siempre dolía aunque
todavía no entendiera por qué.
Escuchábamos
música buscando mensajes secretos que hablaran de nosotros. Cuando
ya no hacía falta que nos escondiéramos, todas las canciones de Los
Piratas eran nuestras. Fueron profecías de un final que nunca
pensamos que llegaría. Si bebíamos demasiado escuchábamos “M”
y “Promesas que no valen nada” y salíamos a la terraza a
cantar a gritos, a bailar como indios, a hacer equilibrios en
alambres imaginarios, sin red. Porque sabíamos que, si algún día
nos soltábamos de la mano y caíamos, sería sin red. Todo era
vértigo. Nos quedábamos callados, quietos, como sombras huídas del
cuerpo de algun ser extraño, buscando una paz difícil que
encontrábamos entre canciones y besos. No recuerdo si cuando
cantábamos “M” yo ya había decidido romperte el corazón
pero sí sé que cuando se publicó el disco Ultrasónica tres años
después estuve a punto de llamarte. Porque El equilibrio es
imposible era la canción que lo resumía todo, era la señal que
me envíabas desde el pasado para que volviera. Confía en mí…
Cuántas veces te pedí que confiaras en mí.
Aquella
fue la canción que nunca compartimos porque
ya no estábamos juntos.
La cantaba a
gritos
en
mi casa del Cairo, si cada vez que vienes me convences, me abrazas y me hablas de los dos, pensando
que de alguna manera me escucharías, que alguna magia egipcia
conseguiría que te llegaran mis pensamientos, yo
te sigo porque creo que en el fondo hay algo…
Imaginaba
que mi
yo de quince años volvía a convencerte de todo. Volvíamos
a ver Casablanca, La
Princesa Prometida y Eduardo Manostijeras
en el comedor de tu casa, a escuchar a The Smiths, The Cure y Depeche
Mode. Never let me
down again.
Volvía
a cumplir los
18
y te llevaba a un concierto de Heroes del Silencio para celebrar que
había sobrevivido al instituto, a la selectividad y a no poder verte
entre clase y clase que era mucho peor que todos los exámenes de
física juntos. Volver
a convencerte de todo. Como cuando rendirse no era una opción. Nunca
fue una opción.
Cantaba
no te echaré de
menos en septiembre
como la sigo cantando hoy. Con
rabia prehistórica. Y
yo no quiero volver, no me repitas jamás que no sabes qué hora es…
Ultrasónica
fue el disco con el que decidí no volver atrás. Quiero
besarte sin explicarte que no entiendo el mundo sin estar aquí
contigo, caótico cerrado, caótico neutral.
Soñaba
con cocodrilos que me devoraban y me despertaba sin saber por qué no
estabas allí para cuidarme. Hasta
que me acordaba de que era yo quien se había ido y me odiaba un poco
a mí misma.
En
todos nuestros futuros posibles seguíamos buscando mensajes ocultos
en las canciones que ya no compartiríamos. No hagas que me arrepienta, renunciaría ahora sin pensarlo. Quiero que te des cuenta, es imposible parar algo inevitable.
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