miércoles, 15 de mayo de 2019

LABERINTO CRUSH 1


Algún día dejarás de ser laberinto, el desconcierto que altera todas las certezas, el vértigo escondido en las esquinas, todas las verdades a medio decir, el tiempo brillando en el espejo que debí romper antes de que fueras el reflejo exacto de todo mi desorden.

Negaré entonces haber reconocido las advertencias, los gritos silenciosos de los demonios muertos susurrándome al oído que te dejara caer, como se dejan caer los futuros imposibles, increados, inconclusos, infinitos. Futuro imperfecto todavía no explicado, todavía no roto. Escapar en dirección contraria a todos tus eclipses.

Algún día dejarás de ser el laberinto frío donde acaban los caminos que recorro mientras duermes, el desierto lunar o el espacio vacío en medio de un cuerpo que huye en dirección contraria a tus horizontes. Nos olvidaremos de todas las batallas, de los espejismos fugaces como planetas desorbitados. Llegarán de golpe todas tus primaveras, como un incendio de ruegos olvidados, llegará el otoño y acabará esta guerra de tormenta repentina, de escalofrío, de rabia inconfesable. Como si la vida fuera algo más que un corazón a medio hacer o un pan pequeño que no sabes si acabará de cocerse alguna vez. La ley no escrita, no viva, no siempre, las palabras que brotan para dictar sentencias, para recordarnos las realidades que asesinarán cualquier metáfora. 

Tú, el laberinto. La explicación que nunca te daré.

El amor escondido en el refugio del monstruo al que nunca podremos acercarnos. Muerto de hambre. Muerto de frío. Muerto de silencios.

A veces perder la guerra consiste en dejar morir la metáfora, la indecencia, la utopía cansada de guardar en un cajón todos los laberintos que nunca podré explicarte.



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